Subject: CONTRA EL TRIUNFO DE LA CEGUERA
Date: Mon, 24 Sep 2001 02:13:41 +0200
From: "United artists from the Museum" <unartists@wanadoo.es>
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La rápida evolución de los acontecimientos tras el ataque terrorista a las Torres Gemelas y al Pentágono nos obliga a responder ante una escenificación del problema, conscientemente distorsionada, que amenaza con desencadenar una escalada bélica de dimensiones absolutamente desproporcionadas.

En primer lugar, diversos analistas ya han señalado el peligroso equívoco que supone designar un acto de terrorismo, por tanto una acción llevada a cabo por un grupo reducido, cuyo origen, financiación y cobertura distan mucho de estar aclarados, como un acto de guerra. No existe, ni ha existido en ningún momento, una declaración de guerra -excepto la de Estados Unidos-, ni un ejército, ni un país que reivindique o apoye oficialmente los atentados.

Es evidente que este equívoco esencial obedece al comprensible deseo de venganza que el terrible atentado ha desencadenado en EE.UU. Pero ese sentimiento no debe justificar una respuesta sobredimensionada cuyo objetivo es doble: recuperar la confianza interna ante el fallo en los sistemas de defensa mostrando al menos la capacidad en el ataque, y recuperar simbólicamente la imagen hegemónica y de fortaleza internacional que sin duda el atentado ha socavado.

Es evidente también que al terrorismo no se le destruye con acciones bélicas. Es más, como demuestra la experiencia israelí, los intentos de destrucción masiva de un pueblo sólo garantizan la multiplicación de células que jurarán venganza ante la muerte de los suyos y el sometimiento de su país. En este sentido, no es previsible que la inmolación del pueblo afgano se traduzca en la consecución de un planeta más seguro sino, más bien, todo lo contrario. Tan sólo la comprensión de los motivos profundos del terrorismo y el reconocimiento de los errores pasados, que son el origen de los actuales enfrentamientos, puede ayudar a solventar un problema tan complejo.

En lo que respecta al resto del llamado Norte, y especialmente el que se encuentra atrapado en la OTAN, cabe decir que estamos cayendo con muy poca resistencia en la preparación de una guerra que no es la nuestra y que amenaza con una desestabilización planetaria de consecuencias imprevisibles. Hay que recalcar que los atentados no suponen, como se ha dicho, un ataque a nuestra civilización -a no ser que se identifique a ésta tan sólo con sus formas de dominio: la manipulación financiera y la represión militar- sino que cabe entenderlos como el lógico producto, espectacularmente desquiciado, de sus más agudas contradicciones y carencias.

Urge, por tanto, comenzar a movilizar a la opinión pública sobre la distorsión del planteamiento; implicar a la sociedad civil reclamando a asociaciones de todo tipo y partidos políticos para que participen en su denuncia, y llamar la atención sobre el respaldo que la mayor parte de los medios de comunicación están dando al irracional planteamiento de la guerra como única salida. Toda acción que se oponga a tan obscena escenificación del problema será útil, todo menos quedarnos quietos viendo como triunfa la locura y la ceguera.
 

Jose Albelda y Domingo Mestre
 
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